EN EL TONO DEL TONA
Rafael Tonatiuh
"¡Es tan poco el aguacate
y tan grande la torta!":
Jorge Luis Borges
Donald Trump no tiene aguacates ni desea tenerlos. Al iniciar su administración frenó la entrada a 120 toneladas de aguacate tapatío. Aunque la medida tuvo la intención de amedrentarnos, finalmente ingresaron 100 mil toneladas de aguacate michoacano para llenar un Supertazón de guacamole. Al consumidor estadunidense le gusta la aceitosa fruta y ningún clon de Hitler va a quitarle su gustito.
Que Trump decida una cosa y le salgan con otra es algo a lo que tendrá que acostumbrarse. Es un niño caprichoso, multimillonario y mimado que cree que puede hacer lo que quiera, sin observar que los adultos lo vigilan para que no vaya a soltar bombas atómicas a China, argumentando: “Los chinos me caen gordos y hacen más dinero que yo”. La gente grande le dirá: “Señor presidente, no se pueden mandar bombas atómicas así porque sí, las radiaciones atómicas alteran el medio ambiente, y quitarle chinos al planeta es inútil, salen de todas partes. Grite, insulte, amenace, pero nada de bombas”.
El nuevo presidente de Estados Unidos se ha retractado varias veces en los primeros días de su administración, pues eso es clásico de quienes carecen de aguacates. En cuanto tomó el poder, Trump salió muy canchero, firmando un acuerdo para construir su muro fronterizo, asegurando que lo iba a pagar nuestro país, cobrándole un impuesto a los productos mexicanos que ingresen a su territorio: un impuesto en dólares que pagarían sus propios ciudadanos; cuando se dio cuenta de su idiotez, reculó.
Luego dijo que los narcotraficantes lo pagarían, sin ponerse a pensar que ni a los narcos ni a los consumidores de drogas estadunidenses (incluyendo muchos republicanos) les interesa patrocinar un muro que complique el paso de la mercancía hacia sus fosas nasales.
Peña Nieto se iba a reunir con Trump, pero el nuevo presidente mandó un tuit diciendo que si no viajaba “con la intención de aceptar el pago del muro, no tenía caso asistir”. Tras la cancelación, Trump dijo que no hablaría con nosotros “hasta que le tuviéramos respeto”, introduciendo el léxico de la mafia al discurso político, pues no habló de respeto en términos de Benito Juárez (“el respeto al derecho ajeno es la paz”), sino del respeto a un Don: sumisión, adulación, pago de cuota, pago por derecho de piso.
Más tarde se filtró que Donald Trump amenazó a Peña Nieto con intervenir nuestra patria, enviando tropas a México para combatir al narcotráfico. Un funcionario de la Casa Blanca aclaró que “era una broma” y que Trump y Peña Nieto charlaban cordialmente como los grandes camaradas que siempre han sido (hasta salen a pescar juntos, a escondidas). Recordé aquella filmación donde se perdió una lámpara en la locación. Alguien dijo que había visto al fotógrafo guardar una lámpara parecida en la cajuela de su coche. Cuando al fotógrafo le pidieron que abriera su cajuela y en ella hallaron la lámpara desaparecida, afirmó: “Era una broma”.
Un funcionario de la Casa Blanca tuvo que aclarar que Trump “bromeaba”, pero no lo hizo el propio presidente de Estados Unidos, pues disculparse no es propio entre las personas que carecen de aguacates, como el primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu.
A don Benjas se le hizo fácil aplaudir la construcción del muro de Trump y le llovieron rechiflas de nuestra cancillería y la comunidad judía mexicana; tuvo que salir el presidente de Israel, Reuven Rivlin, a pedirnos perdón, pues Netanyahu, como todos los lacayos sin agucates, jamás nos demostrará auténtico respeto públicamente.
En cualquier momento el pirado de Trump querrá tirarnos misiles, para propiciar sublevaciones, resistencias, guerrillas y vender armas, como lo ha hecho desde tiempos inmemoriales en el Medio y lejano Oriente, pero con nosotros se va a arruinar, porque no somos un pueblo peleonero. Se les van a quedar los rifles en bodega. Aunque Netanyahu no lo crea, a los mexicanos nos gusta la cumbia, el chupe, el desmadre, no las broncas, matar por fanatismos ni desviar aviones contra rascacielos. Si ocurre nuestra invasión, Trump habrá iniciado la labor que sí sabe hacer: quebrar empresas (en este caso, la casa matriz: Estados Unidos de América).
Por lo pronto Donald ya logró dañarnos gravemente, haciendo que censuren el programa cómico Saturday Night Live, por Sony Television México; quizá llegue el día en que se ponga el primer ladrillo del muro. Ese día, alguien va a reclamar el costo del ladrillo, el Congreso parará la obra, el niño Trump podría entrar en pánico, hacer un berrinche y soltar bombas nucleares por doquier.
Si la humanidad sobrevive, espero que no vuelva a poner como su gobernante a un sujeto sin aguacates.