EL ÁNGEL EXTERMINADOR
Olmo Robles
¿Qué es lo que quiere Pink Floyd? ¿Ensañarse con sus fans? ¿Chuparles hasta la última gota de sangre progresiva? ¿Ver hasta dónde son capaces de conseguir el dinero necesario para comprar el, tal vez, Box Set más caro de la historia; me refiero a la megacaja de la que el año pasado solo se importaron para México (vía Sony Music) 200 y de las que Amazon adquirió de inmediato 50, mientras las otras fueron a dar a Mixup. El mercado de capital de estos objetos de implacable colección utilizando el refrán que dice: “Según el sapo es la pedrada”, hace que la caja pinkfloydiana se mueva cual linebacker, entre los 13 mil 300 pesos y los 9 mil 300, dependiendo tan solo de donde se compre y lo que puedan especular los dealers que ya la tienen en sus manos.
Los que en un acto supremo de fidelidad a los progres de culto ingleses compraron el tiraje completo de su discografía importada en formato de vinil de 180 gramos (en ediciones, hay que decirlo, poca madre remasterizadas por sus padres originales James Guthrie, Joel Plante y Bernie Grundman) que fluctuaron entre los 450 y 1,000 pesos, por álbum sencillo y doble) empeñando ya mero hasta a la abuela, cuando no a la madre, y pensaron que ya había sido todo, han palidecido ante este nuevo embate de los británicos que también están apostando el todo por el todo, para recuperar dinero perdido en malos negocios y, de paso, calibrar la fidelidad que les tienen sus fans mexicanos, que no se parecen en nada a los del resto del mundo. Son esos, los que sábado a sábado le van a rezar a la virgen del progresivo en el tianguis del Chopo para que aparezcan este tipo de milagros (o maldiciones) digitales, cargados de memorabilia y parafernalia irresistible para los débiles, en este tiempo de gasolinazos nacionales que presagian lo peor para este año.
El Box Set de Pink Floyd, el nuevo objeto de la discordia entre los progresivos extremos es una caja única en su historia. Ni Beatles, Stones, Bowie y un largo etcétera han tenido algo parecido, con tantos materiales impensables para como están las cosas en un mundo ya dominado discográficamente hablando, por cosas como Beyoncé, el insufrible Kanye West, Kendrik Lamar, Justin Bieber, Demi Lovato, Selena Gomez y demás responsables de la peor “música” que se está haciendo actualmente pero que, los mercachifles de lo que queda la ya muy mutada y trastocada, industria discográfica, han sabido convertir en el gran negocio de las descargas digitales (en donde los incautos compran humo), para venderle a mansalva una revolución de tres pesos a una generación casi perdida que no sabe lo que es la alta fidelidad, que venera el MP3 como si fuera la gran cosa y que oye música casi nada más en el chingado “teléfono inteligente”.
Tan jodido está todo que en el Coachella, que ya no tarda, los mandamases van a ser Beyonce y Lamar Kendrix, háganme el chingado favor. Por eso se dan fenómenos como el lanzamiento del Box Set pinkfloydiano, donde los ingleses echan su resto: 5 sencillos de acetato de 7 pulgadas de 45rpm regrabados directamente de los masters análogos originales. Esto es: más de 12 horas de audio y 14 más de video, con más de 20 números en audio y siete horas de conciertos en formatos de blu-ray y dvd, con presentaciones inéditas, nunca antes editadas. Además el paquete incluye 40 piezas de selecta memorabilia: posters, entrevistas, bootlegs, impresos de periódicos de la época, boletos de conciertos, material publicitario especializado, propaganda de la estación… (muchos de ellos en su tamaño original).
En total estamos hablando de 33 discos repartidos en 11 cd+ 9 dvd, 8 blu-ray y 5 “siete pulgadas”, divididos por año en seis empaques en formato de libro, uno con apariencia aglutinadora de bonus, todos ellos con un arte especial designado por el legendario estudioHipgnosis, famoso por haber creado las portadas de los discos históricos: Dark Side of The Moon, Atom Heart Mother, Ummagumma, Wish You Were Here, Animals y otras tantas base de los mejores diseños que se han experimentado en el rock. La caja es una edición limitada que fue presentada el año pasado por Nick Mason (la presentación está disponible en YouTube) como si se tratara de un tesoro como el de Cuauhtémoc, tan solo para unos pocos compradores en todo el mundo.
Como sucede con este tipo de objetos de culto, la fracción bucanera mexicana con sede en el Barrio Bravo, ha manifestado que no caerá en el juego de la repetición, porque no es negocio costeable por el tipo de fan recalcitrante mexicano que es, ante todo, muy difícil de engañar (jeje). Por eso tal vez el audio de los cd (y eso solo sobre pedido) tendrá algún tipo de chance –que ya lo está teniendo-- porque lo demás está verdaderamente cabrón.
No obstante, Sony ha sacado como premio de consolación un doble: Pink Floyd The Early Days 1967-1972, Cre/ation (porque seguro vendrá otra caja) con 27 Highlights Tracks escogidos (19 de ellos verdaderas rarezas, cortes inéditos, sesiones de radio en la BBC, caras B, grabaciones en directo…) a un precio digamos decente que, el pirata, lo oferta en diez pesos, y les vale madre que sea Pink Floyd o esa cosa llamada Julión Álvarez.
Epilogo: Ya se sabe, el fan mexicano de lo que queda de la banda, se pregunta si a la caja no le falta algo así como una muestra del ADN de David Gilmour, Nick Mason o Roger Waters, o si habrá un cabello de Sid Barret o Richard Wright para, en una de esas, completar el conjuro de estos progresivos y cabrones negociadores de su propia leyenda. Sin embargo, para reforzar, los de Sony han puesto un cebo para, por si las dudas, para que haya también algo verdaderamente extra mexicano: una guitarra Gretsch (edición de diseño de colección) similar a la usada alguna vez por el señor Gilmour, que podrán ganar mediante un concurso los escogidos de dios… o el diablo.