En los años 30, Gabilondo Soler concibió en dos temas de su autoría un cuarto de juegos donde los muñecos toman vida, enfrentados a la dura realidad del abandono humano. ¿Le suena conocido? ¡Pues claro! Es el argumento central de la maravillosa saga de Toy Story realizada ¡60 años después!, en el exitoso debut de Pixar en asociación con Walt Disney.
Pues bien, recordemos que en “La muñeca fea” (1935), la afligida mona es consolada por un ratón que le pide que ya no llore sin razón, pues sus amigos no son los del mundo que la abandonaron en ese rincón, mismo síntoma de depresión que mostró el vaquero Woody en la mencionada cinta, que fue la primera realizada en su totalidad en animación digital en la historia del cine. En la no tan famosa “Baile de los muñecos” (1934), Cri-Crí relata: “Al sonar las tres de la mañana los muñecos se paran a bailar… el primero que ha llegado es el Soldado Bigotes en su caballito de cartón, y después el Gato Félix y Pinocho en un carrito arrastrado por un buen ratón... el muñeco de sorpresa, asomando la cabeza, a todos los asustó. ¡O se callan por las buenas o les jalo sus melenas, porque no dejan dormir!”. ¿Recuerdan a Buzz Lightyear bailando flamenco con Jess? ¿Al mismo Woody bailando con Jess? ¿Coincidencia?
Al parecer siempre hubo un resentimiento por parte de Walt, tanto a la brillantez de Gabilondo como al hecho de que en “El ratón vaquero” (1936) el mexicano se burla y encierra a un roedor con características muy similares a las del recién creado Mickey Mouse, que al verse sin escapatoria “sacó sus pistolas, inclinó el sombrero” y amenazó al grillito cantautor: “What the heck, is this house, for a manly cowboy mouse? Hello you! Let me out! And don’t catch me like a trout”.
En esa brillante primera etapa de su carrera, el escritor jarocho también nos dejó a la “La patita” (1934), personaje sombrío y metáfora trasnsexenal de las amas de casa clasemediaras, que mientras va al mercado buscan en su delantal “centavitos para darle de comer a sus patitos”. Maldita inflación, que hace encabronar a la Pata que (como tú) se ha enojado por lo caro que está todo en el mercado. Y por si fuera poco, tiene como marido a “un pato sinvergüenza y perezoso, que no da nada para comer”, un nini cualquiera. ¿No salió una denuncia así el día de ayer en este mismo medio?
De voz grave aunque muy entonada y llena de sentimiento, a Francisco Gabilondo se le puede considerar también el padre de las fusiones. Por ejemplo, “Métete, Tete” (1950) se trepó al furor por los ritmos cubanos 38 años antes de que Saúl Hernández y Los Caifanes se atrevieran con “La Negra Tomasa”. Insaciable en su experimentación, Cri-Crí fusionó tango (“Che Araña” y “Tango medroso”), danzón (“El ropero”), country (“El ratón vaquero”) y banda militar (“Orquesta de animales”), entre otros ritmos de época.
Más pruebas de la influencia de Cri-Crí en la cultura pop las hallamos en la historia “Cucurumbé”, la negrita que odiaba su color y que “se fue a bañar al mar a ver si las blancas olas, su carita podrían blanquear”, misma tragedia que vivieron Michael Jackson y Diana Ross. En “El ropavejero” el grillo compra “comadres chismosas y chamacos malcriados”, y hoy en día “se compran colchones, tambores, estufas, lavadoras, refrigeradores, microhondas y etc…”, pero se usa el mismo tono de la canción.
Y qué decir del lenguaje popular donde a cualquiera con nariz redonda le dicen “El rey de chocolate”, los padres siguen invitando al “riquirrán riquirrón” para mecer a sus bebe en el sillón”, y el “Métete, Tete, que te metas, Tete” pervive como grito de leyenda para invitar a meterse a los vagos. “El comal le dijo a la olla” es una frase que se utiliza cuando alguien es desautorizado moralmente para criticar y “Los tres cochinitos” ya están en la cama se convirtió en un género del porno.
“¡Puras habas!” dirán los críticos de estas hipótesis, sin darse cuenta que esa frase también la inventó el Cri-Crí. “¿A dónde vas, conejo Blas?”, pues nada, igual es del señor.
Terminamos este homenaje a Cri-Crí con otro fusil flagrante orquestado desde el dueto Disney-Pixar. En “Guacamaya”, el mexicano relata la triste historia “de un periquín que se encaprichó por una verde muñeca y ciego de amor, toda su fe, toda la puso en un ave, más sucedió que ella se fue sin escuchar su clamor”. En 2011, casualmente la 20th Century Fox sacó al mercado Río, historia donde Blu, se enamora de la guacamaya Perla, un drama idéntico al del perico huasteco del rey Cri-Crí.
¿¡Hasta cuándo, Osorio Chong, se permitirá el saqueo a la industria popular mexicana!? Esperamos un debate serio al respecto.
Juan Alberto Vázquez